Anoche encontré un monstruo bajo mi cama. Vislumbré una figura alta y delgada que parecía estar chillando desesperadamente, pero no logré escuchar sonido alguno. ¡Qué apenada me sentí por aquella figura de nariz chata! Parecía desesperada y perdida. Tuve el impulso de encender la pequeña lámpara para poder ver bien a aquel que taché de monstruo. Cuando aquella pequeña bombilla comenzó a emanar esa luz rojiza fui, por fin, capaz de ver que sólo era un chico asustado, que sollozaba en silencio para (según lo que me dijo) que nadie viese cuan melancólico y nostálgico se sentía. Corrí a abrazarle para brindarle, al menos, 10 minutos de protección. Y fue en ese momento, cuando abrazada a ese chico, me di cuenta de que algunos monstruos sólo se esconden tras feas sombras para que nadie sepa cuan rotos están.